Sempiterno arte de birlibirloque:
el bulo goza de bula para dispararse como una bala a la que de continuo se le da
bola. Así no hay quien pueda. Véase, si no, el crédulo exitazo del gato
microondeado.
V,
20. El gato microondeado en la posverdad (4-6-2017). Están locos estos norteamericanos,
dices mientras pones ojitos bobalicones que la mascarilla no cubre.
V,
21. Gato jurisconsulto al horno
(10-6-2017). Vende lo desconcertante. Y como vender es el arte de vendar y velar la
verdad, lo demás viene dado: así, la alta tendencia del error a perpetuarse, en el
mundanal ruido y en el mundo académico.
V,
22. Bibliografía con gato encerrado
(24-6-2017). Como en sesudos tratados de Derecho. Porque «si algo se cita, nombra
o sale en el teleplás, existe; como existe, entonces se cita, nombra o sale en
el teleplás. Y vuelta a empezar». La ficción, esa conductora de nuestros
destinos.
V, 24. Horneado narratológico (25-8-2017). «Vladimir
Propp, esa mente maravillosa, pertenece a la extraña estirpe de quienes se ponen el
calendario por montera.» Con su libro de 1928 se entiende muy bien que el gato
microondeado es un constructo (que dicen hoy los redichos que saben) de
nuestras anteojeras folklóricas.
No está el horno para gatos.
Pero ya lo avisó Propp: «los cuentos nuevos no son jamás otra cosa que
combinaciones de los cuentos antiguos». Por eso la posverdad (otro eufemismo
de cogérsela con papel de fumar) lo sigue teniendo tan
fácil como lo tuvo siempre la mentira. No está el horno para gatos, bueno, vale.
O sí.
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