El Congreso de los Diputados solía estar chapado
todo el año por ausencias, pero en agosto cerraba por reformas. A María Soraya
Sáenz de Santamaría Antón, la Pepa Goteras del Gobierno, le habían encomendado
que añadiera al Hemiciclo trescientos escaños. El buen pueblo español, los paganos, que decimos en los Carabancheles, fuente última
del ingenio esperpéntico, ya los mentaba como Los 300 de Esparto. La previsora Partitocracia se adelantaba
siempre a los acontecimientos porque vivía en el futuro. El de las encuestas. Tenían
estas avizorado que ocuparan los nuevos escaños, a partir de las próximas elecciones
anticipadas, fantasmales diputados que representarían a los votantes en blanco y abstencionistas. Los habituales trescientos
cincuenta asientos seguirían destinados a los calladitos candidatos de la
Partitocracia que resultaren agraciados con los votos nulos.
«¿Y dónde celebramos ahora el Pleno Extraordinario
sobre el Estado Corrupto de la Nación?». El Presidente, que lo mismo arrastraba
las eses que un lánguido cansancio perezoso, despertó: «Si ya lo decía yo. No
había por qué precipitarse en tomar decisiones necesarias. La culpa es del rumano preguntón, que nos fuerza a improvisar, mire usté». Al
final se optó por celebrar el plenario en los jardines de la Plaza de Oriente,
junto a la guardia mora de los reyes godos. Síntesis en piedra de una Historia monumental,
sorprendente y paradójica.
Se convocó de urgencia lenta un cónclave de Asesores
de la Presidencia. Pensaron unos en desplazar las estatuas de Ataúlfo, Wamba, Don
Pelayo y otros ases de la baraja de la Prepatria, y acomodar en sus pedestales
a l@s diputad@s, así designados desde que les habían dado barra libre de iPad y
wifi. L@s que llegaran tarde a la convocatoria, que se sentaran en el suelo de
aren@, junto a los aligustres. Hubo quienes sugirieron poner unas sombrillas de
diseño, contratar vendedores ambulantes de helados y proveer a l@s diputad@s de
toall@s y crem@s solares. Si había que currelar en agosto, que aquello resultase
acogedor@ play@.
«¿Y el mar, la mar?», preguntó un aguafiestas que
seguro que era de Filosofía o de Hispánicas. En pleno brainstorming —que es como los de márquetin le dicen al Sturn und Drang prerromántico—, otro
asesor monclovita sugirió entonces que se encargara a Ana Botella convertir, en
cuatro días, el subterráneo de carruajes de la Plaza de Oriente en un embalse. Pasó
un ángel. Era el mismo silencio que de suyo provocaba la mera mención del
nombre de la alcaldesa de la Villa y Corte. Un consejero áulico más espabilado propuso
conceder acreditaciones provisionales de Representantes de la Soberanía
Nacional a los marmolillos de los Reyes Godos / Visigodos, y ahorrarles el viaje a
los diputados de la Partitocracia. No convenía interrumpir su merecido descanso.
Para que luego dijeran que no había ideas imaginativas en las altas instancias
institucionales.
Se aprobó al fin una moción mixta o machihembrada,
siguiendo la tradición del Consenso que pacientemente había ido elaborándose y
mimándose durante la III Restauración Borbónica, en aplicación de los
principios jurídico-pasteleros del «Hoy por ti, mañana por mí» y «Entre
bomberos no nos pisamos la manguera»: se echaría a suertes proporcionales,
según la Ley D’Hondt, qué diputados tendrían que ir a la Playa de Oriente, y el
resto de escaños serían ocupados por los Reyes Godos que, total, llevaban ahí
toda-la-vida-de-Dios y no tenían pensado moverse.
A Francesillo de Zúñiga le cogió la convocatoria excavando
la ampliación del túnel hacia el futuro, guiándose de plano trazado por los sabios
encantadores o encuestadores. Así que pudo presenciar el Pleno en todo su
esplendor. El AMPA de los Padres / Madres de la Patria / Patio de Monipodio acudió puntual, sobre poco más o menos, a la cita del 1 de agosto. Daba mucho
deleite y placer espiritual escuchar las elaboradas piezas oratorias de Sus Señorías.
A la luz que proyectaba la linternilla de su casco de minero, Francesillo iba tomando
notas de las intervenciones: «Este maestre de Rodas hablava muy ronco, que parecía
perro viejo que avía comido cozina fiambre»… Y así.
El Congreso playero fue tornándose en la habitual
Lonja de los Plenos. Aquellos vendedores de humo iban alternándose en la grita
de la compartida contraseña: «¡Y tú más!». Como los calores de agosto acrecentaban
el ardor guerrero, las pujas iban subiendo: la contabilidad catalana del tres o cuatro por ciento, con su opereta del Palau y la cueva embargada donde convergían Alibabá
y los cuarenta payeses, seis millones; la financiación genovesa del PP, en B de Bárcenas, y otros perros atados con correas de longaniza, sesenta millones; los ERES del cortijillo progresista de Sierra Morena, seiscientos millones… «¡Quién da más!».
Un espectáculo bochornoso. Serían los calores de agosto.
Cuando el guión discurría ya por el memento mori de la contabilidad creativa
de Filesa y Time Sport, afamadas empresas de cuando la Revolución socialista en su veloz tránsito al capitalismo, Rubalcaba
tiró de tartamudez impostada y desvió el temita: «¡Vá… Váyase, se… señor Rajoy!
Usted debe dimitir por co… copiota. Mí… mírese en el ejemplo germánico: allí, los
mi… ministros que plagian tesis doctorales agarran, co… cogen y se marchan. Y
usted ha copiado en sus ca… cariñosos ese… esemeeses a los señores de Bárcenas:
al final la vida es resistir y que alguien
te ayude. Into… intolerable que
el Presi… el Presidente del Gobierno… no… no cite sus fu… sus fuentes». El
Secretario General del Movimiento Socialista se volvió entonces y entregó la prueba
A de la acusación al Presidente del Congreso, que le guardaba las espaldas: una
copia del discurso «En España, el que resiste, gana». Lo había pronunciado un paisano de Rajoy, Camilo
José Cela. En Oviedo y ante el Príncipe de Asturias.
Circunstancias estas que tocaron la más íntima
fibra a uno de los muchos convidados de piedra en aquella sesión agosteña. Mientras se
arrancaba con el Asturias, patria querida,
la estatua de Don Pelayo empezó a aplaudir.
Si Soraya es La Pepe Goteras, Mª Dolores es Doña Otilio?. Lo digo por lo de chapuzas a domicilio.
ResponderEliminarTe quiere,
Javier Melgar
Se lo tendré que preguntar a alguno de los dos Francesillos. Si los veo pronto por los túneles y responden, ya te diré. Un abrazo, Javier.
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